Todos aquellos hijos que engendras en tu entraña,
enredan, aturden y confunden tu propia naturaleza,
la humanidad te escucha hablar con tus mil voces,
voces que cantan, que arrullan y que alcanzan
a entonar el latir de corazones que te llaman.
Qué extraño ser constituyes en los mundos,
de las almas que sin piedad abandonas y condenas,
ya no quieren los hombres de la tierra la entereza,
que traes a sus moradas, ni a sus tumbas, ni a sus penas,
no soportan tu consuelo ni en sus horas de tristeza.
Pero el ser que te hizo presente eternamente,
no se arrepiente ni lo hará de haberte dado forma,
aunque te hayas adueñado de sus noches y sus días,
pues completa tu presencia la esperanza de una vida,
en un mundo de luz que tu silencio no domina.
enredan, aturden y confunden tu propia naturaleza,
la humanidad te escucha hablar con tus mil voces,
voces que cantan, que arrullan y que alcanzan
a entonar el latir de corazones que te llaman.
Qué extraño ser constituyes en los mundos,
de las almas que sin piedad abandonas y condenas,
ya no quieren los hombres de la tierra la entereza,
que traes a sus moradas, ni a sus tumbas, ni a sus penas,
no soportan tu consuelo ni en sus horas de tristeza.
Pero el ser que te hizo presente eternamente,
no se arrepiente ni lo hará de haberte dado forma,
aunque te hayas adueñado de sus noches y sus días,
pues completa tu presencia la esperanza de una vida,
en un mundo de luz que tu silencio no domina.