
Un Dios de cristal me hizo el alma transparente,
y me dejó flotando en un mar que me confunde,
la fuerza de sus olas me han llevado a una orilla,
olvidando que sólo el alma de Dios no se rompe.
Fui por la playa buscando de el sol esconderme,
pero el sol me seguía y me quemaba la carne,
y mi voz se quebraba contándome un sueño,
un sueño de niños queriendo ser hombres.
Me arranqué entonces la piel que me cubría,
pero vino el miedo que en el frío se esconde,
y vestí mi cuerpo con arena y con mentiras,
y me tentó el mar diciéndome que me quería.
Me senté en la playa a contemplar el universo,
y sentí la brisa nueva, y vi al sol muy vigilante,
y la arena me recibía acomodándose a mi forma,
y volví a sentir miedo de ver todo tan inmenso.